sábado, 2 de octubre de 2010

Me desperté sentado en una silla, en un sitio pequeño y rodeado de gente llorando. ¿Cómo he llegado hasta aquí? Y todo volvió a mi mente.

Había estado descansando casi toda la tarde. Sali de casa a las 20:23 y llamé a mis amigos para saber dónde estaban. Paseamos un rato y luego fuimos al centro comercial. Estuvimos largo rato allí antes de que me llamaran al móvil.

- ¿Dónde estás?
- En el centro comercial.
- El abuelo está muy mal. ¿Te voy a buscar?
- Claro.

Imaginé que llegaría, le daría un beso, me diría algo y poco después se iría. Pero cuando me monté en el coche supe que no podría. Miré a mi madre, tenía los ojos llorosos.

- Ya ha muerto. ¿No?
- Sí, cariño...

Así era como había llegado hasta allí. Estaba en la casa del abuelo. Me había quedado dormido un segundo. A ratos olvidaba dónde estaba. Once campanadas. Hacía siglos que no oía ese reloj. Gente arriba, gente abajo. Él parecía dormido. Una campanada.

- Paquito... ¡ay paquito! ¡ay mi paquito! Tu abuelo te ha llamado toda la tarde... Parecía que quisiera despedirse, Paquito. Sólo decía "¡ay Paquito!" - mi abuela lloraba más que nadie.

Llegué tarde. Doce campanadas.

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