martes, 6 de julio de 2010

En las últimas semanas, la lectura y la escritura han tomado fuerza en mi vida. Ahora es mi forma de desahogarme. Y busco escusas para hacerlo. Bien, "desahogarme"? Acaso estoy... ahogado? Como al salir a la superficie tras bucear un largo trecho.
Es difícil comparar la realidad con lo escrito. Yo codifico una idea, pero el receptor que la descodifique la interpretará de forma subjetiva.
Ahora mismo estoy recostado en una cama, con el balcón abierto,entra una suave brisa, veo las luces de la ciudad y las del país vecino; veo una veleta que observaba de pequeño, ya deteriorada por el tiempo. Oigo voces, no sé si vienen de dentro o de fuera de la casa, pero se confunden entre el ruído de los coches y algún pájaro.
Muevo los dedos de los pies, impaciente, más bien nervioso, a pesar de no esperar nada. Miro afuera, el cielo está oscuro, pero aun hay claridad. Me gustan las farolas, de lejos parecen luciérnagas. Uno aprende a usar la imaginación cuando la belleza que le rodea le sabe a poco.
Siento ganas de llorar. Culpo a las pastillas. Es una puta mentira. Mi biología está bien.
Vuelvo a mirar afuera, ya no tengo ganas de escribir, quiero ver algo que me anime. Supongo que busco algo natural, libre, alguna nube, algún saltamonte, algo. No hay nada.
Me fijo en las casas, obviamente hay miles. Pienso en la vida que llevarán cada uno de los que viven en ellas. Cada uno con sus preocupaciones, sus deseos, y sus sentimientos. Bien, ya llegaron los sentimientos al texto, cómo no?
Algunas bocanadas de aire fresco me hacen sentir algo de frío. Casi lo prefiero. Comienzo a detestar el calor. Lo terminas asqueando cuando no puedes disfrutarlo como es debido.
El cielo está aun más oscuro. Y sigo buscando algo que me llene.
Recuerdo ese cuento que nunca escuché entero. La princesa cursi del pelo larga encerrada en la torre, esperando a un príncipe, que nada más llegar le jaló del pelo... Yo, encerrado en mi "torre" no espero a nadie. Nadie vendrá. Nadie.
Ahora que llego al sentimiento de soledad pienso en ese sueño que tantos conocéis. Le recuerdo tan bien como siempre. Y sé que le vi recientemente. Una pena que no recuerde la última visita. Vuelvo a tener frío.
Aun tengo ganas de escribir, tengo los ojos llorosos. Ninguna razón me invade. Y al mirar a un lado encuentro una taza vacía. Contenía un batido de fresa con un sabor que se puede describir con una sóla palabra: colorante. Bah... más porquerías para mi cuerpo.
Mañana el cielo estará claro de nuevo, y espermos que con él, mi mente. Una vez, alguien a quien quiero (sin haberle conocido) dijo: "Yo no quiero morirme, sólo quiero que me quiten esto que tengo en el pecho..." Me limito a repetirlas. No quiero morir. Sólo quiero liberarme de esta cosa que se alimenta de cada pensamiento.
El cielo es totalmente negro, las casas no se distinguen, y las farolas brillan geniales. Acabo de encontrar lo que buscaba. Esa era la imagen, sin duda, ahora tengo una razón para estas lágrimas.
Una vez escuché "es extraño como a veces las personas que menos recuerdas son las que más influyen en tu vida". Podría ser cierto.

Hace cosa de dos semanas, alguien me preguntó "Y qué has aprendido?". Interesante, no recuerdo su cara.

Desde ese momento, empecé a analizar. He aprendido más de lo que creía, aunque aún me quede infinidad por aprender.

He aprendido a reirme de algunas actitudes, que en un principio me parecían divertidas y "guays", luego aburridas, y ahora simplemente me hacen gracia. También que los sentimientos se mueven y cambian, todo el tiempo, en la familia, en el amor, pero sobre todo, en las amistades.

He comprendido que el mundo es realmente un pañuelo, es minúsculo. Y el tiempo pasa tan rápido que es difícil percivirlo. Casi noté en su momento que se me escapaba de las manos mientras intentaba retenerlo.

Supongo que he aprendido mi ropa, mi cara, y mis gustos absurdos, son mi mejor cara. No necesito ropa de colores para pertenecer al mundo. Y me alegro de no haber cedido nunca.

He averiguado que NO tengo que aguantar tonterías de niños chicos que se limitan a hacer chistes sobre sus propios defectos con intención de ocultarlos al resto del mundo. Porque NO, no me apetece oirte, me aburres, me has empachado, y amigo, ojalá pudiera ayudarte a cambiar, porque vas mal, y tu caída me dolerá, porque te quiero, y lo escribo sabiendo que no lograrás leer y entender el texto completo... no llegas a tanto.

Además he conocido a un chico, amargado de la vida, asqueado sin razón. Que se limita a odiar lo que le rodea. No se gusta él, no le gusta la gente, no le gusta nada... He aprendido que soy feliz. Sorprendente, eh?!

Y por último, he aprendido que soy un cobarte, no llego a más. La valentía que tuve en su momento, la perdí, y ahora que me hace falta, solo tengo "ganas de seguir", pero no de gritar.
Ahora conozco las consecuencias de dejarse caer. Porque yo voy con ventaja. Yo ya sé que mi destino es el suelo, quiera o no. Puedo disfrutar la caída con toda mi alma. Pero el suelo, el suelo siempre será el destino.

Todo esto no son más que pruebas que no consigo superar, y sinceramente, tampoco lo deseo.
En los cuentos de mi infancia los finales eran finales, y a pesar de las opiniones de la mayoría, la vida, amigos, es un cuento.

jueves, 1 de julio de 2010

Llevo rato mirando por la ventana. Las nubes anaranjadas comienzan a volverse grises. No puedo ver la puesta de sol, pero sí sus consecuencias. Sólo he apartado la mirada un momento y ya no hay reflejo alguno.

Todo el mundo siente miedo a que la luz se vuelva oscuridad, pero nadie piensa, que podemos apreciarlo cada día. Y que millones de enamorados se citan en todo el mundo para verlo desde algún lugar bonito.

No tenemos a la oscuridad, igual que no tenemos la puesta de sol.
Tememos sus consecuencias, como tememos a las nubes grises.