En las últimas semanas, la lectura y la escritura han tomado fuerza en mi vida. Ahora es mi forma de desahogarme. Y busco escusas para hacerlo. Bien, "desahogarme"? Acaso estoy... ahogado? Como al salir a la superficie tras bucear un largo trecho.
Es difícil comparar la realidad con lo escrito. Yo codifico una idea, pero el receptor que la descodifique la interpretará de forma subjetiva.
Ahora mismo estoy recostado en una cama, con el balcón abierto,entra una suave brisa, veo las luces de la ciudad y las del país vecino; veo una veleta que observaba de pequeño, ya deteriorada por el tiempo. Oigo voces, no sé si vienen de dentro o de fuera de la casa, pero se confunden entre el ruído de los coches y algún pájaro.
Muevo los dedos de los pies, impaciente, más bien nervioso, a pesar de no esperar nada. Miro afuera, el cielo está oscuro, pero aun hay claridad. Me gustan las farolas, de lejos parecen luciérnagas. Uno aprende a usar la imaginación cuando la belleza que le rodea le sabe a poco.
Siento ganas de llorar. Culpo a las pastillas. Es una puta mentira. Mi biología está bien.
Vuelvo a mirar afuera, ya no tengo ganas de escribir, quiero ver algo que me anime. Supongo que busco algo natural, libre, alguna nube, algún saltamonte, algo. No hay nada.
Me fijo en las casas, obviamente hay miles. Pienso en la vida que llevarán cada uno de los que viven en ellas. Cada uno con sus preocupaciones, sus deseos, y sus sentimientos. Bien, ya llegaron los sentimientos al texto, cómo no?
Algunas bocanadas de aire fresco me hacen sentir algo de frío. Casi lo prefiero. Comienzo a detestar el calor. Lo terminas asqueando cuando no puedes disfrutarlo como es debido.
El cielo está aun más oscuro. Y sigo buscando algo que me llene.
Recuerdo ese cuento que nunca escuché entero. La princesa cursi del pelo larga encerrada en la torre, esperando a un príncipe, que nada más llegar le jaló del pelo... Yo, encerrado en mi "torre" no espero a nadie. Nadie vendrá. Nadie.
Ahora que llego al sentimiento de soledad pienso en ese sueño que tantos conocéis. Le recuerdo tan bien como siempre. Y sé que le vi recientemente. Una pena que no recuerde la última visita. Vuelvo a tener frío.
Aun tengo ganas de escribir, tengo los ojos llorosos. Ninguna razón me invade. Y al mirar a un lado encuentro una taza vacía. Contenía un batido de fresa con un sabor que se puede describir con una sóla palabra: colorante. Bah... más porquerías para mi cuerpo.
Mañana el cielo estará claro de nuevo, y espermos que con él, mi mente. Una vez, alguien a quien quiero (sin haberle conocido) dijo: "Yo no quiero morirme, sólo quiero que me quiten esto que tengo en el pecho..." Me limito a repetirlas. No quiero morir. Sólo quiero liberarme de esta cosa que se alimenta de cada pensamiento.
El cielo es totalmente negro, las casas no se distinguen, y las farolas brillan geniales. Acabo de encontrar lo que buscaba. Esa era la imagen, sin duda, ahora tengo una razón para estas lágrimas.