viernes, 29 de octubre de 2010

Me levanté un poco mejor que ayer, pero aun así me encontraba un poco mal. Mis padres me pidieron cita en el médico. Me recetaron unas pastillitas y listo. Mientras, a unos kilómetros, un hombre ya mayor limpia un espejo enorme, lo descuelga de la pared y sale de casa.

Al salir del centro de salud abro el libro y continuo leyéndolo. Alicia en el país de las maravillas. La historia original es mucho mejor que la versionada por Disney. Me encanta esa locura basada en deducciones lógicas, casi me espanta.

Me monto en el coche, vamos a diferentes sitios, no sé a qué, ni a dónde. Estoy inmerso en la lectura y sólo espero no marearme. Cierro el libro y miro por la ventanilla. Un hombre camina despacio cargando con un espejo. El coche para junto al contenedor donde, un minuto después, deja apoyado el espejo. Y se marcha por donde a venido, a la misma velocidad.

Abro el libro de nuevo y sigo por dónde lo había dejado. Espejo. Lo miro de reojo. Sigo la lectura. Espejo. Vuelvo a mirarlo. Termino de leer la página. Espejo. Cierro el libro. Miro largo rato ese espejo redondo. Suspiro. Me bajo del coche y lo cojo. Sin decir nada veo que mi padre ha abierto el maletero, guay. Lo meto dentro y vuelvo a mi asiento. Continuo leyendo, pero con una sonrisa. ¿Cómo puede alegrarme algo así?

Llego a casa, y me dispongo a limpiarlo a fondo. Wow, está impecable, recién lavado, diría yo. Ya que estoy, aprovecho para ordenar un poco el dormitorio. Me ha llevado toda la tarde, pero eso no ha impedido que pensase en las cinco personas en las que pienso cada día.

Me miro en el espejo "nuevo". Me gustaría que me vieses hoy, estoy seguro de que te gustaría, aunque también estoy seguro de que te reirías de mí un rato hasta que me pusiese un poco rojo. Durante un rato me viene de todo a la cabeza. Y lo reconozco, cunde el pánico.

Me sobra tiempo. Me ducho y, tras secarme el pelo para no empeorar el constipado, me tiro en la cama a cumplir un gran deberías que debí haber cumplido hace tiempo. Mis documentos, películas, 500 días juntos.

Vaya, es original, parece que juega con el orden de las escenas, como "Olvídate de mí". Me acomodo y apago la luz. Continúo con la peli. Alguien me mira de pie desde la esquina. Le ignoro y sigo con la peli, pero su mirada me inquieta más y más. Estiro el brazo y giro la silla del escritorio hasta ponerla mirando al ordenador portátil que tengo sobre las piernas. Doy un par de palmadas sobre el asiento invitándole a sentarse. Giro un poco la pantalla para que podamos ver ambos. Creo que estoy loco.

En la peli algunas escenas de los enamorados en IKEA. Jodida mierda, otro flash. Abundan mucho estos días. No hay quien me entienda. No quiero revivir esa escena de la película. No quiero revivir esa escena de mi película. O sí. Gasto unos minutos en recordar pequeños detalles de ese día. Genial, cara de imbécil, la echaba de menos. "Dame, yo lo llevo". Y después vuelo hasta la playa, es de noche, ¿cómo no? Me niego, no más recuerdos por hoy.

Vuelvo a la película. "Ese día ella dijo ocho palabras que lo cambiaron todo: "Nunca le había contado esto a nadie antes". Sonrío, tengo ganas de llorar de hace rato. Y ahora más aún. Os adelanto que no he llorado, pero ya quisiera.

Otro joven enamorado en la pantalla describe a su mujer ideal pero explica que prefiere a su pareja actual. Se justifica diciendo: Ella... ella es mejor que la chica de mis sueños... ella es real. No pienso comentar la dichosa frase.

La luz está encendida de nuevo, y no sé si mi acompañante se ha ido ya o lee la pantalla mientras le menciono. Miro alrededor, como suelo hacer cuando escribo. Esperaba sentirme orgulloso por haber logrado organizar todo esto, pero no, casi me da igual y ya pienso en mejorarlo. El espejo está apoyado en la pared, a los pies de la cama. En él puedo ver a ese hombre. Su vida y la mía se han cruzado. El mismo espejo que guarda el reflejo de sus recuerdos mañana guardará los reflejos de mi futuro. Hay una mujer reflejada, con eso me vale para saber que tiene una gran historia oculta.

Antes de dormir, mientras escribo esto, charlo con un amigo que ha soportado mis delirios desde principios de junio.

Él: Así como vienen, se van. Es simple.

Yo: Supongo. No me preocupa perderle. Creo. O sí. Sí... Me preocupa mucho. Verás... es que me resulta imposible vivir algo así con alguien y luego desaparezca. Vives un cuento precioso, tan increíble que no sabes qué pedir a las estrellas fugaces por que ya lo tienes todo. Y... convirtiéndose en purpurina dorada... desaparece.

jueves, 28 de octubre de 2010


En textos anteriores he usado dos pareces de zapatos como metáforas sentimentales. Hace unos días vi otra simbología en mi vestimenta. Hace alrededor de un año y medio, en un viaje con el instituto, compré un anillo. Quería un anillo que me recordara que hay alguien para mí, quería una especie de alianza. Encontré el anillo que buscaba. Hoy día sigo poniéndomelo.


Hace relativamente poco fui a uno de esos mercadillos de antigüedades. Una caja llena de anillos colocada estratégicamente en una mesa. Me acerco, ojeo, y elijo uno. Tiene forma de corona. Pago y me lo llevo puesto en el pulgar. Me recuerda bastante al rey, no puedo evitar mirarlo y pensar en él.


Al día siguiente me incomodaba al escribir y lo cambié de dedo, al corazón. Miro ambas manos y descubro algo quizá insignificante, quizá importante. El anillo alianza está colocado adrede en el anular, el anillo en forma de corona, en el dedo corazón. El primero anillo, seguramente siempre quede ahí, pero fijaos bien, está en el anular. El segundo, que simboliza al rey, está en el dedo corazón. Quiero decir, la alianza está clara y firme. Rígida. Pero eso no impide que el rey sea importante, no impide que el rey esté en mi corazón.

martes, 26 de octubre de 2010


No sé bien por qué, pero últimamente me invaden los recuerdos. Un amigo de hace ya tiempo me da la mano cada día, a veces me regala un abrazo, suelen alegrarme porque escasean, cuando algo abunda pierde su valor. Hoy le he tenido cerca unos 30 minutos, a penas hemos hablado, ni sé por qué. Y llega otro recuerdo, sí señor.

Estoy en un aula diminuta ensayando con unos colegas un tema de rock, me viene a la mente su imagen y las manos se me paralizan. Teclas blancas y negras. Empezaba a querer demasiado a quien no debía. Y no me importaba. "Vengo a despedirme, no quieren que sigamos viéndonos". Me mataron sus palabras. Ni pude mirarle a la cara mientras las dijo, quizá se ofendiese por no hacerlo. Me disculparé.

- Hey, tio, estás bien?
- Eh... sí.
- Tu partitura es una mierda, cómo no puedes tocarla?
- No es mi día, lo siento.

Y así varias veces. Maldita sea, el destino es indescifrable. Meses despues, la boca que un día se despidió dijo lo que necesitaba oir; prefería romper la norma, y verme, prefería correr el riesgo. No recuerdo bien mi respuesta, la verdad, pero sí que recuerdo cómo me sentí. Todo lo que uno desea llega siempre tras un largo plazo de espera.

Hace unos días me tapaste el sol. Hoy he escrito esto. Y mañana, mañana te daré un abrazo en lugar de un apretón de manos y te daré las gracias.

lunes, 25 de octubre de 2010

Me has destruído. Tu plan es digno de un premio, es más, te aplaudo. Tienes la mente más brillante que jamás conoceré. Las voces de los sueños nunca mienten, pero tú sabes mejor que nadie que la veracidad de esas afirmaciones no me importaban.

Quiero caer de espaldas. Esperando que alguien me salve. Quiero una verdad, un corazón sincero. Algo a lo que aferrarme con todas mis fuerzas. Aunque duela, aunque queme.

Me has convertido en un monstruo.



La mariposa blanca que suele saludarme al volver a casa no estaba hoy donde siempre. En su lugar, más adelante, un saltamonte, dándome la espalda, como mis antiguas espectativas para el futuro. Ahora tengo una nueva vida en mente. Meses.

Un remero, un rey sin corona, algunos ángeles.
Demasiados antifaces. Ninguna cara.


Columnas enormes de arena se elevan a mi alrededor logrando formas indescriptibles.

viernes, 22 de octubre de 2010

He conocido a un par de monstruos, un ángel que resultaba tener alas postizas, una pareja de enamorados que se hicieron de piedra mientras bailaban, pero ese era el final feliz que querían. También conocí a otra pareja de enamorados que se conocieron en sueños mucho antes de cruzarse y hoy siguen juntos. He conocido a una bailarina que no bailaba, y una estrella de mar que no necesitaba agua. A un vampiro, y a un chico al que, por meterse donde no debía, le escupió un dios alado.

He nadado en agua brillante, y entre estrellas,he rozado el cielo y sentido la muerte. He llorado con un libro, hablado con animales, brujas, locos, y genios, quizá más locos que los anteriores. He visto como el tiempo se paraba por mí, y sido un sueño durante unas horas. He hecho caer la lágrima de un rey sin corona, y tocado un corazón de espejo, que se escapó de mis manos por un despiste. He visto las intenciones del destino, y conseguí romperlo. He sido la prohibicón de un ángel, su tentación y su pecado. He vivido una historia el día después de escribirla, volado sin levantar los pies del suelo, y llevado los zapatos de un cuento, aunque no fueran de cristal.

He suspirado por amor, por melancolía, por pereza, y logrado que un desconocido me sonría. He recibido una caricia de alguien que no estaba, un regalo de alguien que murió. He estado muerto en vida. He conseguido hacer eternos algunos recuerdos. He tenido alas, y me las corté porque de nada sirven si no puedes volar. He visto como dos objetos se enamoraban, y el mismísimo amor en los ojos de un amigo. He visto almas de colores, y me he colocado en lo alto de un half pipe.

Pero lo mejor será ver pasar todos esos recuerdos ante mí cuando el último sueño no tenga un despertar. Que me recuerden como el chico que por haber vivido todo eso, siempre se sintió ganas de más.

jueves, 21 de octubre de 2010

- Han pasado muchas cosas en mi ausencia?
- Muchas...

Me he perdido muchas cosas este tiempo. Y la lección que buscaba sigue sin llegar. Sólo incrementa el número de preguntas. Escritores antiguos y recientes parecen enviarme señales. Si no os contradijéseis sería mucho más fácil.

Pasado...
Hará un par de semanas que me la crucé, blanca y simple. Me sonrió. No le di importancia, aunque me llegó adentro. Días después reaparece. Sonríe. Sonrío. Se siente satisfecha y se marcha. Poco tiempo después la escena se repite. Gracias por hacerme sonreir de nuevo. Lo que no intenta el hombre, lo logra una mariposa.

Presente...
Hoy mismo. Todos hablan por grupos en la hora de descanso. Llevámos un rato hablando de nuestro futuro. De mi futuro. Escapé de la conversación y me senté al sol, cómodo a pesar del asiento de piedra. Me siento tranquilo, cierro los ojos y respiro hondo. El sol me quema la cara. Y me encanta. Alguien me hace sombra. Abro los ojos. Sonríe. Me sorprende.

- Hey, Fran, ¿te pasa algo?
- No, ¿por?
- No sé. Me has mirado raro.
- Ahm, que va, estoy bien.

Y ya van dos veces.


Futuro...
Aquí o allí. Así o asá. Conmigo, contigo, sin ti. En el cielo o en la tierra.
Despierto o dormido. No puedo elegir, aun no. Si retrocedo, si avanzo caeré.
Si me mantengo firme, quieto, me quemaré. No hay opciones, no hay qué hacer.
Muévete y comete un error. No te importó cuando soplaste las velas que rompieron todo.

sábado, 9 de octubre de 2010


Queda confirmado, era la cadena.

jueves, 7 de octubre de 2010

Al borde de decir "me rindo".
Las palabras han ganado.

Quiero leer "The End",
ver vomo cae el telón..

miércoles, 6 de octubre de 2010



A veces no es el colgante... sino su cadena.














Gracias a una frase mal oída de una canción he descubiero lo fácil que resulta dañar. Yo mismo sabría perfectamente como hacer llorar a gritos a alguien. Es facilísimo. Cómo acabar con la felicidad en cuatro simples pasos. ¡Llame ahora y le enviaremos de regalo el manual de cómo volver loco a un adolescente!



Toto, mu.



No recuerdo bien esa frase que decía que para seguir adelante uno tenía que caminar hacia atrás. Solo me viene a la mente las mismas palabras: No consigo averiguar qué día empezó todo.

Quería contar mi historia, pero no consigo hallar el principio de todo. ¿Junio? no... ¿Diciembre de 2008? ¿2007? ¿La noche en la que soñé aquello? ¿Quizá el día que escuché el cuento? ¿Quizá el día que ese cuento se escribió? Quizá mucho antes... quizá hace poco.



Pero el principio no es tan importante como el final. Así como el colgante no sería importante sin la cadena.

martes, 5 de octubre de 2010

"No hay ningún lugar como el hogar..."





Dije con los ojos cerrados mientras golpeaba los talones de mis zapatos.
Así fue como regresé a mi cama. No fue gracias a la magia de los zapatos.
No. Fueron las ganas que tenía de despertar de aquel horroso y eterno sueño,
donde todo se veía color sepia.

lunes, 4 de octubre de 2010

Hay partes de mí que no logro entender, y por no callármelas, por no esconderlo... lo escribo así, muy pequeñito... Porque empiezo a creer que pierdo la cabeza. Sí... mi cabeza. La locura es el gran miedo que queda por llegar, ni uno menos, ni uno más. Es el último precio que debo pagar. Y lo dijo bajito... y lo escribo pequeñito... para que no sepan que tengo miedo, los marrones quieren saberlo, shhh... Lo dijo bajito, lo escribo en pequeñito...



Para que nadie lo lea.

domingo, 3 de octubre de 2010

Las cosas que hoy me gustan.

Sonreir a un desconocido y lograr que me devuelva la sonrisa, sentir la arena en los dedos de los pies, encontrar una moneda en el bolsillo, aunque sea de poco valor, releer cartas y conversaciones de messenger, que me hagan cosquillas y pedir a gritos que pare, reir tanto que me falte el aire, los primeros días del enamoramiento, conocer a un desconocido y sentir que sé todo de él, que me miren como si fuera el cielo, reencontrar un juguete de la infancia, usar bastoncillos para los oídos, los besos simples, los besos con lengua, gastar un frasco de colonia, tocar el terciopelo, que me hagan cosquillitas en el antebrazo, que me muerdan sin hacerme daño, oir un piropo, caminar despacio, oir el viento en las hojas de los árboles, ver caer las hojas en otoño y acariciarte el pecho.

sábado, 2 de octubre de 2010

- Me voy.
- Ten cuidado.
- ¿Con qué?
- Con todo, una ducha, una comida y un entierro pueden ser peligrosos.
- No tanto como las palabras. Y a esas ya me las conozco.
Le dije a un amigo que ya había llorado lo que tenía que llorar, que hoy no lloraría más. Se ve que no.
Me presentaron parientes lejanos, y no tan lejanos. Para ser sincero recuerdo muchas caras y pocos nombres.
- ¿Que pasa, Paquito?
Miro y no contesto, estoy en un funeral, ¿qué respuesta espera?
- ¿Como te va la vida?
Vacilo, y decido responder.
- Normal...
- ¿Normal o bien? - insiste irritándome.
"Mi abuelo ha muerto, ¿cómo quieres que esté?, gilipollas", pensé, pero me limité a solidificar mi respuesta anterior:
- Normal.
Continuó hablando, pero me las apañé para irme. No creo que sus intenciones fueran malas, pero no dio con las palabras adecuadas. Las palabras son peligrosas. Los entierros también.
Me desperté sentado en una silla, en un sitio pequeño y rodeado de gente llorando. ¿Cómo he llegado hasta aquí? Y todo volvió a mi mente.

Había estado descansando casi toda la tarde. Sali de casa a las 20:23 y llamé a mis amigos para saber dónde estaban. Paseamos un rato y luego fuimos al centro comercial. Estuvimos largo rato allí antes de que me llamaran al móvil.

- ¿Dónde estás?
- En el centro comercial.
- El abuelo está muy mal. ¿Te voy a buscar?
- Claro.

Imaginé que llegaría, le daría un beso, me diría algo y poco después se iría. Pero cuando me monté en el coche supe que no podría. Miré a mi madre, tenía los ojos llorosos.

- Ya ha muerto. ¿No?
- Sí, cariño...

Así era como había llegado hasta allí. Estaba en la casa del abuelo. Me había quedado dormido un segundo. A ratos olvidaba dónde estaba. Once campanadas. Hacía siglos que no oía ese reloj. Gente arriba, gente abajo. Él parecía dormido. Una campanada.

- Paquito... ¡ay paquito! ¡ay mi paquito! Tu abuelo te ha llamado toda la tarde... Parecía que quisiera despedirse, Paquito. Sólo decía "¡ay Paquito!" - mi abuela lloraba más que nadie.

Llegué tarde. Doce campanadas.