Viniste a mí con la mirada perdida y la sonrisa aturdida,
estabas cansado de vivir, tus palabras de agradecimiento
consumieron lentamente mi alma hasta enamorarla.
Luego la verdad rió en mi cara, contando cruelmente que eras una burla,
que no eras más que un embustero, y jamás cumplirías la
promesa de besarme a la orilla del mar.