martes, 29 de mayo de 2012

Son casi las cuatro de la mañana, hace calor y tengo el corazón roto. Hoy como hace dos años intento huir de éste sentimiento entre palabras sin leer, supongo que por tratar de darle forma a algo amorfo, por tratar de buscarle utilidad o simplemente para que alguien entienda por un segundo como hoy, noche calurosa de corazón roto, el tiempo se para, la luna calla y el reloj de cuco se queja.

Como siempre que me siento así me apetece hablar de brujas, de maldiciones, bendiciones y horribles marrones capaces de enamorar con su perenne apariencia. Pero esta noche es diferente, quizá por una frase leída en buen momento, quizá por la nostalgia de amores pasados, quizá porque mi amor por el rey es mayor que cualquier pena presente, o quizá sea por la egoísta razón de querer encontrar otro amor al que decirle que le quiero cuando nuestros cuerpos lo dicen todo.

Y entre locuras bipolares, fantasmas del pasado, sueños del futuro y miedos del presente, hoy intento reunir el valor necesario para nacer, para guardar cada recuerdo bueno y quemar los malos. Me encantaría acompañar este nuevo momento con un pequeño Bibidi-Babidi-Bu, pero no hay manera de darle forma a semejante esperanza que nace de pena amarga, no hay quien entienda el sueño que nace de semejante recuerdo cruel. Y si pudiera pedir un deseo, a riesgo de desear su amor, tan sólo pediría un poco de ayuda para encontrar lo que no sé buscar, aquello que me enseñe que no necesito liberarme, aquello que me enseñe que, sin más, ya soy libre.