Tras una noche sin interrupciones pero con sueños extraños que no logro analizar desperté gracias a los gritos de mi hermana. Me encanta que use ese mote conmigo. Me incorporo para apagar el ventilador, tengo frío. Ya no tengo fiebre. Miro la hora, es tarde para desayunar. Miro alrededor, no sé qué hacer. Huelo a rayos, debería ducharme.
Hace tiempo que pienso en las mismas cosas; aprender, crecer y despertar. Se aprende a base de palos. Nunca me ha gustado esa frase, pero quizás sea en parte cierta. No necesitas un golpe para aprender algo, pero sí, casi siempre, al aprender algo te sientes golpeado. En cuando una verdad entra en tu vida otra verdad más cómoda tiene que alejarse. Al aprender uno mismo ve que aquello que creía cierto no lo era. Es duro ver que alguien es diferente a como creías, o incluso averiguar que es un desconocido.
"Es que aburres".
Guay, esa frase lo dice todo. Un claro ejemplo para este párrafo que generaliza el aprendizaje social humano. Ahora me centro en aprender sobre uno mismo. ¿Cómo? Sí, con un golpe. Recuerdo una etapa de mi vida que ronda la primavera del 2007 en la que no sabía quién coño era. Ahora, dos años después empiezo a dudar de nuevo, aunque no de la misma manera. Sé qué soy, qué hice, y qué haré. Pero todo se confunde un poco cuando hablamos de principios e ideales. Es complicado tener una mentalidad firme en este mundo, y quizás más a mi edad.
A pesar de algunas grandes dudas sobre el mundo y sus acciones, hay cosas que tengo realmente claras. Pero mi problema llega cuando después de querer a alguien gracias a una pequeña amistad forjada durante meses descubro que sus principios atacan y se ríen de los míos. "Yo me visto así para llamar la atención, porque yo no me fijaría en un tío si no llamara la atención". Destaco dos detalles. Detalle uno; las palabras de esa frase al salir de su boca fueron cogiendo forma y color y se agruparon sobre su cabeza creando un cartel luminoso con grandes letras: superficial. Detalle dos; dijo "chico", admítelo, eres gay.
- No, si quieres me pongo unos zapatos como los tuyos, to' rotos.
Él jamás querrá a ningún par de zapatos como yo quiero a los míos. Simplemente porque él mira sus colores y las puertas superficiales que le abre. En cambio yo miro dentro, y hay millones de recuerdos y risas, veo el día en que los vi y supe que eran para mí, veo el fango que pisé con ellos, y cemento, y sobre todo, veo arena, mucha arena que algún día sacudí, pero siempre quedará algún granito.
- Conozco una bonita frase. Me sentía desafortunado por no tener zapatos pero un día conocí a alguien que no tenía pies. Amigo, tengo los zapatos rotos, aun así, es señal de que tengo pies.
No me esforcé en explicarle los recuerdos que ocultan, porque son recuerdos que no visten telas de colores y por lo tanto no captarían su atención.
- Si alguien se fijara en ti por tu ropa, tendrías un problema. Debes conseguir a alguien que aprecie como eres, pues tu exterior cambiará y se deteriorará a lo largo de toda tu vida desde ya.
Siempre he sabido que es inútil utilizar palabras despiertas cuando hablas con gente dormida. Pero soy un cabezota irritante. Me decepciona recordar que me sentí ofendido. Alguien a esa altura puede hacerme daño... qué débil soy.
Paso dos, crecer. Aceptar lo aprendido y usarlo. Guay, ni zorra de cómo hacerlo. Si aprender despacio duele, crecer rápido también debería. "Acéptale como es o déjale" solía decir mi madre en mi infancia cuando discutía con mi único y mejor amigo. Si me alejo de todos los dormidos no tendré vida social. Última opción; aceptarles. Esto me recuerda otra frase bastante importante en una etapa de mi vida que ni siquiera sé cuánto duró; venimos al mundo para aprender a querer. Reflexionemos.
Todo/as buscan a su príncipe (o princesa) azul. ¿No? Bien, pero ¿quién intenta serlo? Ellos se quejan de no encontrarlo!! Amigos, no existe!! Nadie se esfuerza en serlo, ni siquiera vosotros. Si queréis príncipes tendréis que merecerlos.
Segunda reflexión. Aprender a querer. Bien, sinceridad y mentiras. El cortejo humano comienza generalmente con mentiras, con el tiempo ambos se quieren, y luego, el velo se destapa y los nudos de sus máscaras se van desatando dejándolas caer, mostrando el verdadero rostro del alma. Ahí todo se rompe. ¿Solución? Sinceridad. Hará cosa de un mes aprendí que no soy tan transparente como creía, y comencé a serlo. Recuerdos buenos y malos, los cuentos y los oigo. Acciones, buenas y malas, las cuento y las oigo. Sincerdad asquerosa y cómoda. Supongo que ahí además de empezar a conocer realmente a alguien, también empecé a conocerme realmente a mí. Pero todo esto no es más que un paréntesis, con todo esto quiero decir que querer no es fácil. Al menos no lo es cuando no hay máscaras de por medio. Al saber los defectos de alguien, al conocer su pasado, es más complicado abrazarle y sentir amor. Aprender a querer. Nadie es perfecto, y todos necesitamos ser amados.
Creo que lo doloroso de ser totalmente transparente no es la reacción de los demás, sino el descubrir tú mismo que tu esencia tiene manchas que tienes que limpiar sin ayuda.
Último paso; despertar. Alguien bromeó una vez: prueba echándole agua fría. Sería genial si fuera tan fácil. ¿Habrá alguna manera? ¿Puede un dormido despertar? Sin emoción ni pena mantengo la mirada porque no sé donde mirar. Realmente mis sentimientos ya no giran en torno al mundo, ni en torno a mí. Hay algo más grande ahora y desconozco el qué.
Despertad. Mirad este mundo real.
No hay comentarios:
Publicar un comentario