miércoles, 13 de abril de 2011

Los relojes de arena tienen una razón de ser, al menos para mí, que a falta de cordura me sobra imaginación. La razón de que existan relojes de arena para medir el tiempo es porque la arena es tiempo. La coges con ambas manos e intentas retenerla pero se escurre entre los dedos.

Ha pasado ya casi un año, y todo sigue dentro de mí. Supongo que no es normal, y es que no puedo confiar en "el tiempo todo lo cura", pues el tiempo es arena, y la arena de mis zapatos es lo que impide andar.

Hoy salí de casa sin peinarme y por el camino vi que tenía la misma apariencia que entonces. Se me han vuelto a brisar los labios y el sol golpeaba mi nuca mezclando el calor con el sofoco del recuerdo.

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