He pasado la noche del viernes fuera. Paso de contarlo todo, fue tan aburrido que ni mis delirios podrían amenizarlo.
Noche de Halloween en casa, leyendo. El libro no es especialmente de mi gusto, pero admito que es bonito, a estas alturas quizá me haga llorar, pero 3 ó 4 lágrimas, no más. Intento despejarme y me paseo por el dormitorio. "Paseo", como si pudiera dar más de 3 pasos... Me quedo ante el espejo, aún no me he acostumbrado a él. Mi reflejo parece reírse de mí, casi creo que no soy yo, pero ese delirio no me pertenece.
He tenido más flashes, pero no me apetece contarlos. Haré como si nada, es más que inútil evitarlos. Ya no me inquita tanto el futuro. Tanto. Me desequilibria más la quietud del presente. Los brazos cruzados.
Me tiro en la cama. He leído libros mejores... El Principito va en cabeza hoy día. Ya hace mucho que nadie me llama Principito, quizá se me haya caído la corona.
Cuando era un pequeñajo se me daba bien dibujar. Y anoche me apeteció. Un cuaderno, un lápiz, una goma. Dibujé una escena del libro que intento escribir y que, seguramente, nunca acabe. He perdido facultades, pero me permito el capricho de decir que no se me da del todo mal. Parece que mis manos aún sigan teniendo 6 ó 7 años. Parecen dibujos de un niño.
Tengo que tomar la misma decisión. Otra vez. Y, sabiendo las consecuencias, dudo.
Una silueta llora cabizbaja en el muelle del Tinto. Y no sabe qué fecha es.
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